El último Índice Paz Ciudadana revela que un alarmante 97% de los chilenos ha modificado sus rutinas debido al temor a la delincuencia. Si bien las cifras de victimización en robos han disminuido y el índice de temor promedio se mantiene, la sensación de inseguridad sigue en niveles históricos, afectando de manera desigual a la población.
Patricio Saavedra, académico del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de O’Higgins, advierte sobre la inequidad en la percepción de inseguridad. «Las mujeres y los estratos socioeconómicos medios son quienes se sienten más inseguros, mientras que quienes viven en barrios acomodados experimentan menor temor», señala. Esta disparidad refleja las diferencias estructurales de la sociedad chilena, donde los sectores más vulnerables ven limitada su libertad y movilidad.
Más allá del cambio de hábitos, como evitar ciertos lugares o salir a determinadas horas, la inseguridad impacta las interacciones sociales. «Se observa una tendencia al aislamiento, con personas que cierran sus círculos sociales y disminuyen las interacciones fuera del núcleo familiar», explica Saavedra. Esta situación, en línea con el último informe de Desarrollo Humano del PNUD, aumenta la probabilidad de soledad y problemas de salud mental como depresión y ansiedad.
Las consecuencias de la inseguridad también son políticas. La percepción de un Estado ineficiente en el control del orden público erosiona la confianza en la democracia y abre la puerta a liderazgos populistas que ofrecen soluciones simplistas, pero peligrosas. Saavedra advierte sobre el riesgo de escalar la violencia o atentar contra el Estado de derecho con medidas populistas.
El académico destaca la emergencia de una nueva criminalidad, con bandas internacionales que cometen delitos más violentos, como homicidios, lo que agrava la sensación de inseguridad. Si bien la frecuencia de estos delitos y su cobertura mediática influyen en la percepción pública, Saavedra enfatiza que «la gente tiene capacidad de discernimiento sobre lo que ocurre en su entorno«.
Finalmente, la percepción de ineficacia policial y la existencia de casos de corrupción debilitan la legitimidad de las instituciones. «Es crucial que las irregularidades sean castigadas y comunicadas con transparencia para mantener la confianza en las policías«, concluye Saavedra. La legitimidad policial no solo se basa en la eficacia, sino también en la percepción de justicia por parte de la ciudadanía.
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